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Tomar consciencia de que uno necesita ayuda, tomar la decisión de acudir a terapia, no es nada fácil. Yo diría que son los dos pasos más difíciles. Y es que, como muchas otras cosas en la vida, esos primeros escalones son los que más cuesta subir, pero basta con arrancar para empezar a afrontar el problema de otra forma. Quizás el objetivo no se vea cerca, pero en ese momento, me encanta recordar a la persona que tengo delante lo orgullosa/o que tiene que estar de ella misma, simplemente, por estar donde está.

Es cierto que eso ya es un triunfo, y aunque no sea capaz de verlo en ese momento, lo mejor está por llegar. Porque llega. Lo prometo. Hay muchos factores que van a determinar el hecho de alcanzar la meta. Motivación, apoyo social, creencias, economía, momento vital y un largo etcétera.

Cuando nos queremos dar cuenta, estamos por mitad de la escalera, y aunque sigamos pensando que nos queda muchísimo por subir, la meta se acerca. Insisto mucho en terapia, y mis pacientes lo saben, en que una tarea importante en el proceso terapéutico es cambiar la visión que se tiene del objetivo. A veces nos planteamos metas poco realistas y objetivas. Por ejemplo hace unos meses una chica acudió a mí con el objetivo de perder la fobia tan brutal que tenía a los aviones, porque al mes siguiente se iba de luna de miel a Tailandia.

Si nuestras expectativas superan a la realidad solo conseguiremos frustrarnos, y desarrollaremos una serie de creencias irracionales sobre nosotros que a lo único que ayudarán será a adentrarnos en un bucle autodestructivo.

Ver nuestro objetivo con perspectiva, siendo conscientes de que, al punto en el que nos encontramos, nos han llevado años de aprendizaje y experiencias, y esto no se desmonta tan rápidamente. Ser conscientes de esto, darnos tiempo, y aceptar que durante unos meses nuestra vida va a estar acompañada de estas emociones, sentimientos y pensamientos, nos ayudará a entender el contexto y facilitará el proceso.

Esta mañana he tenido una de esas sesiones en las que el paciente cuenta cosas bonitas, momentos positivos, avances y sonrisas. Sesiones que nos acercan un poquito más al objetivo y que dedicamos a perfilar conductas y creencias irracionales. Sesiones en las que el paciente comienza a ver, no solo la eficacia de la terapia, sino a tomar consciencia de los propios logros, del esfuerzo realizado y la posición a la que han llegado.

Porque aunque en los primeros momentos parezca imposible y la idea de abandonar nos tiente constantemente, si somos constantes, confiamos en el profesional al que hemos acudido (siempre y cuando veamos que tiene la formación adecuada; hay que tener cuidado con terapeutas con formaciones más que cuestionables) y estamos motivados para el cambio, ¡lo conseguiremos!.

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También estaré encantado de leeros en comentarios del post y responder vuestras dudas.

David Perez Plata

Psicólogo General Sanitario